La reciente aprobación de un nuevo paquete de sanciones por parte de la Unión Europea, dirigido a la «flota fantasma» de Rusia, representa un intento concertado de frenar la capacidad del régimen de Putin para evadir las restricciones impuestas tras la invasión de Ucrania. Esta flota, compuesta por alrededor de 600 buques registrados bajo empresas fantasmas, ha crecido en respuesta a las limitaciones internacionales y se ha convertido en un instrumento crucial para trasladar el petróleo ruso a mercados donde la normativa es menos rigurosa. A medida que las sanciones se endurecen, el desafío radica en desmantelar esta red de comercio encubierto que subsiste al margen de la legalidad.
Desde la implementación de un tope en la venta de crudo ruso a finales de 2022 por parte de una coalición integrada por el G7, la UE y Australia, el mercado del petróleo ruso ha experimentado transformaciones significativas. A pesar de las restricciones, estimaciones de expertos indican que el 80% del crudo que se comercializa vía marítima es transportado por esta flota oscura. La capacidad de reetiquetar el crudo para ocultar su origen ha permitido que estos barcos operen casi sin restricciones, generando ingresos que se calculan en hasta 80.000 millones de euros desde el inicio de las sanciones.
Sin embargo, no solo preocupa el aspecto económico de esta flota, sino también su impacto ambiental. Según informes de Bruselas, los barcos que forman parte de esta red son, en su mayoría, antiguos y están mal mantenidos, lo que incrementa el riesgo de vertidos y otros daños ecológicos en océanos y mares alrededor del mundo. Estos buques no solo contribuyen a la economía del Kremlin, sino que también representan un «peligro significativo» para el medio marino, afectando ecosistemas vulnerables y poniendo en riesgo la vida marina.
Investigaciones han revelado que estos barcos han dejado rastro de contaminación desde Tailandia hasta Italia, navegando a través de rutas marítimas muy transitadas y sujetas a mínimas regulaciones. A pesar del marco sancionador, las operaciones de comercio de crudo no solo persisten, sino que también se han intensificado. La capacidad de estos buques para adaptarse y operar en la clandestinidad subraya las limitaciones de las sanciones internacionales y la tenacidad del comercio del crudo ruso, que continúa alimentando la maquinaria bélica de Putin.
En conclusión, a pesar de los grandes esfuerzos de la comunidad internacional por contener el flujo financiero hacia el Kremlin mediante sanciones, la «flota en la sombra» ha encontrado formas ingeniosas de evadir este escrutinio y activar su comercio. Esto resalta la complejidad del panorama geopolítico actual y la dificultad inherente a la implementación de restricciones efectivas. La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto no solo las tensiones políticas, sino también los retos medioambientales que representan las operaciones ilegales de esta flota oculta, que continúa operando libremente en los mares del mundo.








