La noticia del atentado al precandidato presidencial colombiano Miguel Uribe Turbay, ocurrido este sábado en Bogotá, ha generado una oleada de preocupación y conmoción en toda Colombia. El ataque se produjo cuando Uribe salía de una reunión política en el sector de Fontibón. A sus 39 años, y tras ser hijo de Diana Turbay, quien perdió la vida en un secuestro a manos del cartel de Medellín, el político se encuentra en una situación crítica tras recibir varios disparos en la cabeza y la pierna. La brutalidad del atentado evoca la angustiante época de violencia que golpeó al país en las décadas de 1980 y 1990, recordando a todos que los ecos de esa época siguen presentes en la política colombiana contemporánea.
En el momento del atentado, Miguel Uribe Turbay sostenía una conversación con varios asistentes cuando un atacante disparó directamente hacia él. Fue llevado inicialmente a la clínica Medicentro y posteriormente trasladado a la Fundación Santa Fe, donde los médicos confirmaron un procedimiento neuroquirúrgico y vascular periférico en un estado de máxima gravedad. La esposa de Uribe, María Claudia Tarazona, expresó que él «dio la primera batalla y sigue luchando por su vida», lo que ha mantenido en vilo a sus seguidores y a la población en general, que aguarda noticias sobre su evolución médica.
Las autoridades reportaron el arresto de un menor de 15 años como el principal sospechoso del ataque, quien, según testigos, huyó del lugar con una herida en la pierna. Este hecho ha suscitado más preguntas que respuestas, y organizaciones de derechos humanos y legales exigen una investigación exhaustiva para determinar no solo la identidad de los asesinos materiales, sino también de quienes podrían estar operando detrás de este acto de violencia. El presidente Gustavo Petro ha solicitado a las autoridades que enfoquen sus esfuerzos en identificar a los responsables intelectuales del atentado, enfatizando la necesidad de que se garantice la protección de los líderes políticos.
El atentado ha puesto de manifiesto una vez más la creciente polarización en la política colombiana y ha reavivado temores sobre la seguridad de los candidatos políticos. Los ecos del pasado, cuando varios líderes políticos fueron asesinados durante la guerra contra los carteles de la droga, resuenan en el contexto actual, donde la violencia parece resurgir como un medio para silenciar voces disidentes. Álvaro Uribe Vélez, fundador del Centro Democrático y ex presidente de Colombia, calificó el atentado contra su «esperanza de la Patria», haciendo un llamado a la ciudadanía para que reflexione sobre la violencia que ha desgarrado a Colombia por años.
La respuesta internacional no se ha hecho esperar, con reacciones de líderes mundiales que condenan el atentado y envían sus condolencias a la familia de Uribe Turbay. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, expresaron su solidaridad, subrayando que este ataque no solo afecta a la democracia colombiana sino que también envía un mensaje de alarma a la comunidad internacional sobre la fragilidad de la paz y la seguridad en la región. La situación se mantiene bajo vigilancia, a medida que la sociedad colombiana aguarda noticias sobre la recuperación del político y la resolución de este atentado que sacude el alma del país.