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Choritos Chilenos: ¿Un Milagro Real o Falso?

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El reciente estudio del Centro INCAR ha puesto en el centro del debate el crecimiento espectacular de la industria del chorito en Chile, que pasó de exportar solo 2.000 toneladas en los años 90 a 400.000 toneladas en 2020, lo que ha llevado al país a convertirse en el segundo productor mundial de este molusco. Los medios vinculados a la industria acuícola celebran este llamado «milagro» como un signo de progreso económico, atribuyendo su éxito a condiciones naturales favorables y políticas de incentivo por parte del Estado. Sin embargo, la realidad es más compleja y está marcada por profundas preocupaciones ambientales que han comenzado a ganar protagonismo en el debate público.

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Juan Carlos Viveros, coordinador de Defendamos Patagonia, critica enérgicamente la narrativa positiva sobre el auge del chorito, señalando que muchas veces los reportajes omiten los aspectos negativos de este crecimiento. Según Viveros, aunque el cultivo de choritos tiene la ventaja de ser una especie nativa, el daño ambiental causado, especialmente en las costas del archipiélago de Chiloé, es irreparable. La contaminación por plásticos y otros desechos ha transformado esta región en una de las más afectadas del mundo, lo que pone en tela de juicio la sostenibilidad de esta industria a largo plazo.

El coordinador de Defendamos Patagonia advierte que el éxito de la industria del chorito y del salmón en Chile se basa en gran medida en la falta de regulación y en la impunidad que estas empresas disfrutan. Viveros menciona que la legislación chilena permite a las industrias acuícolas eludir el pago de los costos ambientales, ecológicos y sociales que sus actividades generan. Si estas industrias fueran obligadas a asumir sus responsabilidades, advierte Viveros, podrían enfrentarse a un colapso económico, lo que plantea serias interrogantes sobre la viabilidad de un modelo de desarrollo que no considera la salud de los ecosistemas ni el bienestar de las comunidades locales.

A pesar de los grandes volúmenes de producción que las industrias del salmón y chorito reportan, los beneficios económicos no se distribuyen equitativamente. Viveros destaca que las comunas de Chiloé padecen de pobreza multidimensional, con índices que superan el 50%, mientras las ganancias de las empresas suelen concentrarse en manos de unos pocos, dejando a la mayoría de la población con ingresos apenas suficientes para subsistir. Este modelo, que es presentado como un éxito, trueca la riqueza natural por beneficios efímeros en manos privadas, perpetuando desigualdades en lugar de promover un desarrollo sostenible.

La conclusión del debate en torno al «milagro» del chorito y la industria acuícola en general es alarmante: los discursos triunfalistas no logran ocultar la realidad del daño ecológico y el aumento de la pobreza en comunidades que dependen de estos recursos. La falta de reparación por los estragos causados y la continuidad de un modelo que prioriza el crecimiento económico sobre la salud ambiental y social generan un clima de desconfianza y de demanda de cambios reales. Sin un compromiso genuino hacia la sostenibilidad y la justicia social, el actual enfoque del desarrollo acuícola en Chile podría estar sembrando las semillas de una crisis mayor en el futuro.

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