A principios de 1975, Rubén Stupiello tomó una decisión que marcaría su relación con el dinero en Argentina: vendió su casa en Buenos Aires y depositó sus pesos en un banco, atraído por la alta tasa de interés que prometía. Sin embargo, su estrategia se vio truncada por las políticas económicas implementadas por el entonces ministro Celestino Rodrigo, que culminaron en una devaluación drástica del peso argentino. En cuestión de meses, Rubén se dio cuenta de que el dinero que había ahorrado, equivalente a una casa, apenas le alcanzaba para comprar un auto. Este fenómeno, conocido como el «Rodrigazo», se convirtió en un parteaguas en la mentalidad de ahorro de los argentinos, que dejaron de confiar en su moneda local, concluyendo que el dólar era la única manera segura de conservar su patrimonio.
Las experiencias de ahorradores como Rubén son representativas de una desconfianza profunda hacia el peso argentino, que ha sufrido múltiples devaluaciones en las últimas décadas. «En Argentina, no confiamos en nuestra moneda», menciona Guido Zack, experto en análisis económico. A pesar de la creciente preferencia por ahorrar en dólares, esta no ha sido una garantía absoluta. La crisis económica de 2001, marcada por las restricciones impuestas por el entonces ministro Domingo Cavallo, también dejó una profunda herida en la confianza de los ahorristas, quienes vieron cómo sus dólares, resguardados en bancos, se conviertieron en pesos a un tipo de cambio desfavorable. Este contexto llevó a muchos a guardar sus ahorros en casa, lo que resulta en una práctica muy extendida: mantener los dólares «bajo el colchón».
En la actualidad, se estima que aproximadamente US$246.000 millones están fuera del sistema bancario argentino, una cifra que eclipsa las escasas reservas del Banco Central y denota la severa escasez de divisas en el país. El presidente Javier Milei, consciente de esta situación, ha lanzado un llamamiento para reintegrar esos dólares a la economía formal, aludiendo a quienes los tienen escondidos como «héroes» que pueden ayudar a revivir el país. Su administración ha propuesto medidas que permiten a los ahorradores utilizar sus recursos no declarados para comprar propiedades o ahorrar en bancos sin tener que justificar el origen de esos fondos, invitando a los argentinos a salir del mercado informal.
Sin embargo, este enfoque ha generado un intenso debate. La decisión de no inquirir sobre el origen de los dólares no declarados ha sido vista por algunos como un incentivo hacia la informalidad y podría desincentivar el cumplimiento fiscal. Un empresario gastronómico ha expresado sus temores sobre la falta de incentivos para actuar de manera responsable en este nuevo escenario. A su vez, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional han instado a Argentina a mantener la transparencia financiera y respetar las normativas contra el lavado de dinero, mostrando preocupación por las posibles implicaciones de estas medidas.
La historia de los dólares «bajo el colchón» refleja no solo una búsqueda de seguridad económica, sino también años de incertidumbre y desconfianza que han dominado la narrativa financiera en Argentina. A lo largo de cinco décadas, el proceso de dolarización y la resistencia a utilizar el sistema bancario formal han sido protagonistas en la economía del país. La pregunta que persiste es si las políticas de Milei podrán reintegrar esos dólares a la economía y restaurar la confianza de los ciudadanos en las instituciones financieras, un reto que sus predecesores también intentaron y que aún permanece sin resolver.








