Un reciente informe de The Guardian ha revelado un acuerdo clandestino entre Microsoft e Israel, específicamente con la Unidad 8200 de la inteligencia israelí, que ha conmocionado a la opinión pública. Según la investigación, el pacto permite a la unidad almacenar y acceder a masivas grabaciones de conversaciones realizadas por palestinos. Estas grabaciones, que ascienden a más de 11.500 terabytes, se resguardan en servidores de Microsoft Azure en los Países Bajos e Irlanda. La magnitud y la naturaleza del acuerdo, que data de 2022, plantea serias interrogantes sobre la responsabilidad ética de las corporaciones tecnológicas en conflictos armados.
La colaboración se suscribió durante una reunión crucial entre Satya Nadella, CEO de Microsoft, y el jefe de la Unidad 8200, Yossi Sariel, a finales de 2021. A través de este convenio, Israel ha tenido acceso a un vasto archivo de comunicaciones palestinas sin la necesidad de aprobación judicial, facilitando así la vigilancia en tiempo real. Esta forma de espionaje ha permitido a las fuerzas armadas israelíes analizar y reproducir conversaciones, utilizando dicha información para planificar ataques aéreos en áreas con una alta concentración de población civil en Gaza, generando alarmantemente un aumento de las víctimas entre la población no combatiente.
Testimonios de fuentes dentro de la Unidad 8200 revelan que este repositorio de datos, conocido internamente con el lema ‘Un millón de llamadas por hora’, no sólo se utiliza para recabar información general, sino también para prácticas cuestionables tales como chantajes y detenciones arbitrarias. La utilización de las grabaciones ha sido puesta en entredicho, ya que, conforme a las declaraciones de un testigo, se convierten en excusas para arrestos sin fundamentos sólidos, perpetuando así un ciclo de violencia y represión en territorios palestinos.
Inicialmente, el programa tenía como foco a Cisjordania, pero se expandió a Gaza durante 2022, incorporando tecnologías avanzadas como algoritmos de reconocimiento vocal. Esta expansión ha permitido a la unidad israelí acumular el equivalente a 200 millones de horas de audio, que se emplean para crear perfiles de voz y mapear redes sociales entre la población palestina. Este uso de tecnologías de vigilancia plantea desafíos críticos respecto a la privacidad y los derechos humanos, en un contexto donde la vida de los ciudadanos palestinos está constantemente en riesgo.
Microsoft, tras la difusión de esta investigación, ha negado cualquier conocimiento sobre el contenido de los datos almacenados en su infraestructura por parte de Israel, argumentando que su colaboración busca fortalecer la ciberseguridad frente a potenciales ataques terroristas o estatales. Sin embargo, esta afirmación deja en la sombra el debate sobre el uso militar de la tecnología y la responsabilidad de las empresas tecnológicas en las crisis humanitarias, especialmente cuando sus plataformas se convierten en herramientas de un conflicto prolongado.








